domingo, 20 de octubre de 2013

Febrilidades

En los brazos de la fiebre soy diferente. Saboreo el azul ácido de los 38 grados sobre cero. Mi cabeza gira sin sentido aunque esté apoyada en la cabecera de un sofá gris con almohada roja. No he merendado. No tengo hambre. Tú tampoco.
La hambruna es el peor mal de la clase gris; la del domingo con paella, manta ajedrezada, comedia romántica y cojín suave. Y no me refiero a la falta de lonchas de jamón york sino a la de ambición. 
Recuerdo y añoro un tiempo en el que todos éramos novios de todos y el futuro nos observaba desafiante desde el borde de la azotea. Nosotros respondíamos desde el callejón con gestos de chulería indecente y maleducada. Le provocamos. Ilusos. Ven. Inconscientes. Y vino, con paso tranquilo, sin prisas. Llegó y nos arrodillamos. 
Poco queda de aquellos besos en mi portal a las once menos cinco. Muy poco. Casi nada. Sólo las babas que nos obligan a recordar cada minuto en lo que nos hemos convertido.
Ayer me contaron que nos habíamos vuelto a enamorar. Pero ese amor no tiene los ojos verdes, ni la piel morena, ni el pelo corto, ni el culo perfecto. El vagón de la famme fatale ha pasado y ahora aceptamos las migajas de un par de bocetos corregidos con goma Milán. Me conformo con borrones. Hoy he dicho sí a la mediocridad aunque ayer, cuando nos besábamos todos con todas, jurara pelear por lo dulce. Tú también. Reconócelo y no pongas cara de tipo duro. No te pega.
Tengo fiebre. Escucho a lo lejos la voz del gijonés Francisco Dixon. Toco mis plantas con las yemas de los dedos. Son verdes. Yo me iré pero quiero que ellas estén aquí para siempre.
Hoy no te levantaría la falda aunque me prometieses que debajo se esconden mis bragas negras. Lo siento. No quiero. Enséñaselas al otro, como haces cuando miro hacia el parque. La sintonía de la fiebre provoca que el deseo más irrefrenable, excitante y oscuro se anestesie hasta sentir absolutamente nada. Preparo una sopa (de letras) y manta gorda. Espero que el maestro de los sueños me haga un hueco entre los mediocres sanos.