Los tambores del miedo estucan
los finos tabiques del primer mundo. Estamos asustados por lo ocurrido en Paris;
asustados porque un puñado de locos invocando a Alá han acribillado a rostros
pálidos mileuristas con vaqueros, camisetas de Zara y gintonics en la mano
derecha e izquierda. Nos creíamos a salvo y, a rugido de Kalashkinov, hemos
despertado. Ellos apuntan y también disparan.
El
miedo es moneda corriente desde que los asesinos nos demostraron, otra vez, que
somos vulnerables. Hoy la apertura más oscura del Informativo no está en la
luna sino a la luz de las velas de un restaurante con manteles y salmón en su
menú y a la sombra de una discoteca donde podía resonar lo viejo de Vertusta
Morla. El ISIS, el Daesh, o como se llame, come y duerme entre nosotros querido
iluso.
Ahora
en las tertulias prime time hacen eco
los radicalismos: unos voceros de corbata y americana cruzada exigen gillotina
al Islam y aviones cargados de bombas para dejar seca y yerma la tierra que no
es nuestra; y otros pretenden exportar la LOGSE, la LOMCE, un taco de octavillas y su
verborrea progre como medida de contención a esta panda de rufianes con
turbante DNI europeo y asiático, y armados hasta los dientes.
Algo
hemos hecho mal en el primer mundo. En los cuarteles de invierno nos pusimos tapones
en los oídos mientras otros taconeaban sus adoquines hasta un radicalismo
extremo y vil. No escuchamos que durante décadas aquellos musulmanes han
asesinado por miles a otros musulmanes y cristianos con navajas exportadas
desde Albacete, desde el Califato que quieren reconstruir a golpe de sable.
Nunca reímos las gracias de esa panda de asesinos, es verdad, pero sí poníamos
el cepillo para que nos pagasen caros los cuchillos afilados de primerísima
calidad. Y tampoco les vendimos un buen escudo a las víctimas de sus disparos.
Queremos arreglarlo todo tarde y mal como casi
siempre, cuando la bilis de esta pandilla está escupida en las aceras de occidente.
Francia zarpa con su flamante Charles De Gaulle y creo que acierta porque,
queridos amigos, esta es una guerra lícita. Nos han atacado, han asesinado a
los nuestros y debemos responder. Pero iluminar la noche siria a luz de cohetes
debe ir acompañado, como escuché al gran periodista Ramón Lobo, de un Plan Global
en mayúsculas que acabe con este radicalismo sanguinario desde su más pura
gestación. Ramón apuntaba que primero debemos saber quiénes son nuestros amigos
y enemigos en aquel barrio repleto de pollos con plumajes diferentes y después,
entre muchas medidas, debemos ahogarlos. Cortar sus vías de suministro, de
agua, de luz y de sal, mutilar su propaganda en las redes sociales, prohibir la
venta de armas y, también, sobrevolar sus cuarteles con F-18 cargados de
misiles.
Ramón
Lobo lo dice; se han acabado las guerras convencionales para Occidente. Ayer
fue la hora de actuar.
CARLOS, Bienhallado. Esta familia tan técnica-científica tiene muy callado el lado literario creativo. Un beso
ResponderEliminarGracias tía!!!! Un beso.
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