He
escuchado Julietta & Romeo pero subtitulado. Poco más de cinco minutos con
los que he conjugado verbos en tiempo pasado, sólo pretéritos perfectos y
simples. Juliette and Romeo han tintado mi mente y la han empujado al frío
oscuro casi negro. Viajemos o mejor retrocedamos. Bienvenido o Wellcome a la
Estación de los silencios donde el idioma es mudo y universal.
Bajo
del tren, del avión, de la diligencia y ando pero no camino. Quizá ando sin
sentido, en círculos. Estoy seguro, ando en círculos y apesto a melancolía (malditos
gerundios). Volver duele. Mucho. Allí, ahora, es aquí y, aquí las brújulas no
existen; el norte es el norte pero aquí el norte es el sur. 180 grados de
diferencias irreconciliables. Polos similares que se escupen con sólo mirarse.
Con Julietta & Romeo de los Killers no me he ido sino que me he marchado.
Siempre es mejor ir que marchar pero yo he decido marchar. Siete letras de
rodeos a dos: hasta en los verbos lo he vuelto a complicar todo.
Aquí las sombras
conviven con las sombras, todos nos creemos los
putos amos que decía Pep y sólo somos indigentes cubiertos por cartones de
nostalgias. Simples trileros. Yo me acurruco (precioso verbo) frente a un reloj
parado, pongo un sofá cheslón cual malote de barrio y bebo grises oscuros casi
negros. A mi lado un puñado de malos me imitan o yo les imito a ellos, no
tengo muy claro quién copia a quién. Me flagelo entre colillas, babas, cáscaras
de plátano, corazones de manzana y serpientes venenosas. No me interesa
encontrar salidas. No lloro. Miro. Bebo. Como frutas prohibidas. Tú estás
muerta y aunque estás muerta esperaré (Más Birras, Mauricio dixit).
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