La
una. Tres plantas, me da igual su
nombre, ocultan dos enchufes. Pretendo que un poco de naturaleza
enmascare lo urbanita de 2013 y sucesivos. Acaban de nacer y van a
crecer. Las riego cada lunes, lo justo. Dieta mediterránea a base de agua (del
Pirineo). Imprescindible un buen desayuno para afrontar la semana.
Las
tres. Grises y rojos,
como la vida, llena de contrastes. Emociones y razón. Bipolaridad. Fondos
monótonos y mono tonos salpicados de sangre roja y no azul. Letizia está
invitada pero Felipe no. En mi sofá se sienta gente real pero no Real.
Mayúsculas y peros que cambian todo.
Las
cinco. Delgada. Alta.
Sin curvas pero con luz. Divina. Una luz blanca y hermosa, graduable según el
día. Nunca molesta porque yo no le dejo; compañera de noches pero no de
amaneceres, viene y se va cuando a mí me place. Cosa de lámparas modernas y su
fidelidad a la carta. Amor libre. Hoy está apagada.
Las
seis. Leonardo
renovado. Renacimiento en un lienzo del siglo XXI. Un niño pinta La Gioconda
encima del sofá. Creo que quiere innovar sobre la belleza
antigua, evolucionar y no romper. IKEA para eso es un maestro, te hace
carpintero, ebanista y pintor con un manual de dos hojas. Pasos hacia adelante
en esta globalización de oficios. La profesión del futuro es el hombre
orquesta.
Las
siete. Hora complicada: he decidido arriesgar y me sirvo unos vinitos antes de la cena. Mis siete emiten una luz
tierna, tranquila y agradable; de las que acompaña y complementa pero no quiere excesivo protagonismo. Un teléfono azul y un
router pretenden ponerla nerviosa pero ella no se deja. Tiene una forma
extraña. Una pizca de riesgo rebajado por el stock de una tienda que
languidece. La cierran. Mañana serán seis millones más uno.
Las
nueve. Espacio. Aire.
Fuego a las puertas del salón pero no a las de la casa. Las del salón las he
quitado porque me impedían conocer desde el sofá quién entraba y quién salía.
Ocupaban un espacio absurdo. Ahora veo la de la calle si quiero. Las puertas
(las de la calle) son algo necesario; para cerrar y para abrir. Yo ahora las he
cerrado pero quién lo desee puede tocar el timbre y será convenientemente
recibido. O no. Single sin prisas. Tiro de anglicismos en una sociedad común.
Shakespeare gana a Cervantes; Alemania a España también, que se lo pregunten a
Mou y Tito.
Las
once. La hora de
cenar. El cristal parece ocupar menos espacio. Ahora que las ollas hacen eco
(eco, eco, eco) es conveniente que lo poco parezca mucho. Encima unas velas
rojas, de cumpleaños y no de funeral. Unas pequeñas y otras grandes, familia
unida y numerosa. Ahora cuatro es mucho. Tres también. Dos también. Sillas
blancas pero no virginales, cremita rebajada. Hoy ceno un bocadillo de anchoas
y agua cristalina.
Las
doce. Samsung. Japón
China o Corea en Zaragoza. Ventana al mundo de 40 pulgadas y decenas de mundos
alrededor de Aragón TV. Barramos para casa porque lo nuestro debe ser lo mejor.
Chovinismo sano. Debemos aprender a querernos más. Con mi mando viajo sin
billetes, en plan polizón. Ahora veo cocineros con ganas de ser cocineros. Platos
sin complejos, con personalidad y ego, como mi salón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario