viernes, 15 de octubre de 2010

Porque toda historia tienen su final

Otro Lunes

Sí. Todo lunes lleva implícito un golpe de cansancio. Me acaba de sonar el despertador. Un martillazo en mis oídos tras 48 horas dando palos de ciego en tantas y tantas barras, sólo guiado por el recuerdo de unos días que jamás volverán. Empieza la semana. Siete largos, larguísimos, días hasta que vuelva vivir las penosas sensaciones de ayer.

- Levántate, comienza la semana con una sonrisa y con la mejor música – dice la radio-.

- Qué coño sabrás tú – pienso sin dejar de verle en esa foto escondida y oírle en esos recuerdos. Porque algunos recuerdos se ven y se oyen. Pase el tiempo que pase.

No. No quiero ver a nadie pero el lunes es pertinaz. Debo ir a clase, a la universidad, a mi facultad, a mi aula. A mi vida. Esa que tanto me gustaba, esa que tanto odio. Ella está allí y está más guapa que nunca. Hubo en día en el que decidí que mi camino tenía una dirección diametralmente diferente, porque me daba igual. Ella lloró, yo reí. Ahora ella ya sabe dónde se dirige, yo sigo llorando. Cómo me arrepiento. Maldito ese 20 de abril.

Allí están los que fueron mis amigos, en el bolsillo mi otro amigo. Hijo de puta como el que más pero fiel como ninguno. Estuve con él este fin de semana, una vez más.

Las horas pasan, la cafetería también. Y las cartas y la comida y la cena. Sólo quiero que los minutos se consuman e irme a dormir. Entre sueños todo se olvida. Antes sólo quería vivir porque soñar era perder el tiempo. Ahora sólo quiero... dormir.

Martes de carnaval

He consumido sólo un día de la semana y parecen 27. El despertador vuelve a sonar y el tonto del culo ese de la sonrisa en la radio también. Me ducho y me miro al espejo, no me he afeitado. ¿Para qué? Ahora eso ya no molesta a nadie.

La facultad las mismas sensaciones y las horas se consumen tan lentas como mi último cigarro en la cafetería. Cuanto daría por oírle hablar.

Y en un momento, una voz.

- ¿Qué tal estás?- Es ella-. Tanto tiempo sin oír sus labios me deja seco. Tantas cosas qué decir y tan largo el camino entre mis pensamientos y mi voz.

- Bien, bien... – qué mal miento-. Mi vida desde aquel 20 de abril ha sido un vía crucis hacia la nada. Lo maldeciré una y mil veces. Me equivoqué y fui tan cobarde que ni siquiera supe rectificar.

- Joe- nunca le gustó decir tacos, todo lo contrario que a mí-, hace tanto tiempo que no hablamos que me gustaría quedar para ponernos al día – me dice-. A ver cuando puedes porque según me han comentado ahora no entras en casa-.

Qué diferencia con aquellos días. Una película y su mano con mi mano eran suficientes para ser la persona más feliz del mundo.

- Pues esta semana cuando quieras. Te llamo.

- Mejor el finde- me responde.

Ella sonríe. La quiero. La sigo queriendo más que a nada en mi vida.

Es una bocanada de aire fresco. ¿Qué querrá?, ¿qué me dirá?. No me quiero hacer ilusiones. Será sólo para saber cómo me van las cosas. Ni yo me creo eso, en el fondo de mí espero otras respuestas. Una sonrisa. Sí.

Miércoles de ceniza

El despertador ha sonado con otro ritmo, con otros tonos. Hay tantas respuestas a la vista que me quedo helado. El waka-waka suena. Al menos, suena.

Qué nervios. Y qué hago. Y cómo le digo todo. Y se aburrirá. Lo tonto que fui. Lo que la quiero y la cantidad de historias que dejé pendientes, por detrás y por delante. Tantas y tantas preguntas y tantas respuestas posibles.

En sólo un día, en cuatro frases, cuánto he cambiado. Todo me duele, pero menos, y mi amigo el del bolsillo está ahora en el cajón.

Voy a clase, tan aburrido como siempre.

- Déjame un folio. – me dice mi compañero, ese muermo que no tiene casi nada que contar. Lo ha dicho temeroso, con lo mal que le he tratado siempre no es para menos.

- ¿Por qué no? – y se lo doy. Miro a mi chica y ella sonríe. La lluvia se ha convertido en chirimiri, ese que en Pamplona tanto da por el culo pero que no moja.

Hoy ha jugado el Barça en la Champions. Hasta Valdés hace paradas. 3-1. Este equipo huele otra vez a campeón.

Jueves Lardero

Hoy no me levanto con la radio, estoy buscando algo bueno en aquellos Cd´s que tanto tiempo hace que no escucho. Ahí están los Tahúres Zurdos. Demasiado apagados, me apetece escuchar algo más animado. Mira voy a poner una de Ixo Rai, aquí los conocen poco pero suenan bien.

Hoy es jueves y la tengo que llamar, quedaré para el fin de semana; necesito tiempo porque nada puede fallar. Fui gilipollas, desperdiciar un momento así con una niña que merece tantísimo la pena; pero bueno, todos merecemos una segunda oportunidad, yo también.

Jueves universitario. También voy a llamar a mis amigos, a mi gente, la que está abandonada en el fondo de esa historia que me persigue desde hace tantos y tantos meses.

- Javi, ¿cuánto tiempo no? ¿Qué haces, qué es de tu vida? Oye quedamos esta noche, por los viejos tiempos.

- Joder macho sí es que has estado desaparecido. Cuantísimo sin saber de ti -me responde con un tono más que sorprendido-. Por supuesto, quedamos a las once, y ven con ganas crack.

Mejor. La fiesta está siendo cojonuda y en seguida nos ponemos al día. Son las cinco estoy borracho, sólo borracho. Me estoy riendo como el que más con todos estos.

Viernes de Dolores

Hoy lo del despertador se ha quedado a un lado. Menuda resaca. La resaca más dulce de los últimos tiempos. Mi primer pensamiento va, una vez más, hacia ella, hacia la sonrisa de los últimos días y hacia esos últimos días que hicieron desaparecer esa sonrisa. Le voy a llamar.

Cómo decirle tantas cosas. Y por teléfono. Necesito que mi voz parezca natural. Los nervios y la boca seca me ponen todavía más nervioso.

- Chica... ¿qué tal? – mi voz tiembla, como sólo temblaba en aquel verano en el que conocí a aquella niña. Esa de la camiseta de tirantes y la media melena que iba a conseguir que mi vida diese un vuelco hacia el todo.

- Pero ¡qué sorpresa! Creía que nunca me ibas a llamar.

- Lo de quedar sigue en pie ¿no?- Qué estupidez de frase había dicho. No era capaz de articular más de tres palabras coherentes seguidas. Y esta vez no le podía culpar al hijo de puta de mi amigo, ese que conocí el 21 de abril y que estaba agazapado en lo más profundo de mi olvido desde hace unos días.

- Por supuesto, tenemos tantas cosas que hablar...

- Un montón sí-. Otras tres palabras. Con el millón que tengo en la cabeza.

- Mañana a las diez... en el Gallipot.- Qué recuerdos, ese bar donde tantos ratos vivimos, donde tantas historias nacieron para nunca acabar.

- Ok chulico- Chulica le llamaba yo cuando se ponía seria. Me encantaba cuando hacía descansos entre sonrisa y sonrisa. Así le había llamado yo tantos meses. Así me había llamado ella ahora.

Yo sonrío. Yo. Grande. Bien. Crack. Porque la vida da segundas oportunidades siempre, ahí está la mía.

Sábado de Gloria

Qué bien he dormido. La ilusión y los nervios, a la par, recorren mi cuerpo otra vez. Sólo unas horas para mi encuentro. Sólo unas horas para revivir las sensaciones más olvidadas en esa sonrisa y en esa voz. Hoy sí me afeito, hoy vuelvo a ser feliz.

Son las nueve y allí ya está ella, tal y como la dejé, con su gesto de siempre y aquel bolso que le regalé en uno de nuestros aniversarios, porque los celebrábamos todos. Han pasado tantos meses desde que le dejé y me parecen sólo unos segundos. Siempre llegaba tarde y ahora había sido yo el que me había retrasado. Y por supuesto, sobre la mesa, su coca cola, siempre su coca cola. Me senté a un lado. Para que ponerme enfrente. Necesitaba sentir el calor de su alrededor

- ¿Qué tal? ¿Qué nervios no? Tanto tiempo.- Las primeras palabras necesitan sorbo a mi caña para humedecer los labios, tan secos como una lija. Esperaba sus palabras con ansia. Quiere volver a intentarlo. Lo sé.

- Que te vengo a decir algo. Sonríe joe y no estés preocupado- en su cara el mismo gesto de risa nerviosa, ese que surge cuando tienes algo importante que contar y no sabes cómo.

- Dime, dime... -le cojo la mano.

- Me caso. Soy feliz.

Cuatro palabras. Diez mil puñaladas en mi corazón. Diez mil, veinte mil o cincuenta mil. Todo para nada. Me voy, no quiero saber nada más. No soporto que me relate su felicidad ni un segundo, no puedo. Tengo ganas de llorar y tampoco puedo. Lloro en lo más hondo de mi interior, es todavía más doloroso.

Acabo de llegar a mi habitación y mi amigo me está esperando. Este nunca me falla, ya dije el lunes que siempre estaba ahí. Un hijo de puta agazapado que no me olvidaba. Del cajón a mi bolsillo, de mi bolsillo a mi mano, de mi mano a mi nariz y de mi nariz a mí. Más. Hoy lo necesito más que nunca. Ya noto su calor. No pares. Más y más.

Son las doce. Creo que me he pasado.

Domingo de resurrección

He muerto. Está amaneciendo.