lunes, 21 de septiembre de 2020

Lo que de verdad importa

         El sábado me bajé la mascarilla un rato para beber una caña en una garito noventero, y eso, o salir del cascarón rutinario, destapó mis tímpanos. Sonaban los Oasis. Después Alanis Morissette. Y Pink Floyd. Luego, los Blur. A.B. me dice a menudo que detesta escuchar a tipos tristes y que los prefiere optimistas. Razón lleva. Seis treintañeros cualquiera dialogaban alrededor de unas cervezas checas de litro. En lata. De metal. Todo muy vintage. Hablaban del lío de un conocido con una rubita por Tinder y que estaba más contento. Se alegraban por él. Hablaban de los viernes pero también de sus lunes. Hablaban de salarios bajos, ascensos futuros y cunas. Muchas cunas. De un divorcio y de sexo. Hablaban de su vida. La vida.

         Porque la vida es eso y no lo que cuatro tipitos larguen en un hemiciclo, lleven chaqueta o coleta o barba. La vida es vivir. Convivir. Compartir y trabajar. Sufrir. Enamorarse. Y olvidar. Sobre todo eso, olvidar. Lo bueno y lo malo, que de todo hay. No podemos estar recordando cada minuto los rasguños de aquel verano del 99 ni los Pájaros de Barro de Manolo García en las fiestas Pilar. No porque, sinceramente, nada de eso tiene ya importancia. Hace un rato los pollos deseábamos besos y ahora merodeamos terrazas con sillas y espacios amplios para quienes tienen hijos. Y, por supuesto, buscamos más cobres, que nadie lo dude.

         Fuera llovía. Por fin llovía. El cristal de la ventana parecía manchado, casi escupido por las cerdas de un pincel fino. Al otro lado, borroso, el señorón y sus esposa comían jamón cortado a cuchillo bajo el toldo de un garito elegante. Él llevaba jersey sobre los hombros y ella una rebequita que casi se mancha al beber una copa de vino casi de trago. Se la ajustó varias veces. De la lluvia estaba protegida pero quizá tenía frío. Sí es cierto que empieza a bajar la temperatura, sólo hace falta sacar un poquito la nariz al mundo. El invierno llegará pronto. Y luego, que nadie lo dude, de nuevo, volverá el verano. El camarero les sirvió unos chipirones encebollados con una pinta estupenda. Cenaron, una copa (allí mismo o cerca) y a casa. Quizá se quisieron un ratito, no tenían pinta de estar cansados.

          Nosotros nos marchamos antes. Pretendíamos ver una película en Neftlix, la del paisano consorte Unax Ugalde. El resto no tardaron mucho. Adiós. Hasta luego. Adiós. Feliz domingo y feliz lunes.