martes, 30 de abril de 2013

Baile de salón


La una. Tres plantas, me da igual su nombre, ocultan dos enchufes. Pretendo que un poco de naturaleza enmascare lo urbanita de 2013 y sucesivos. Acaban de nacer y van a crecer. Las riego cada lunes, lo justo. Dieta mediterránea a base de agua (del Pirineo). Imprescindible un buen desayuno para afrontar la semana.
Las tres. Grises y rojos, como la vida, llena de contrastes. Emociones y razón. Bipolaridad. Fondos monótonos y mono tonos salpicados de sangre roja y no azul. Letizia está invitada pero Felipe no. En mi sofá se sienta gente real pero no Real. Mayúsculas y peros que cambian todo.
Las cinco. Delgada. Alta. Sin curvas pero con luz. Divina. Una luz blanca y hermosa, graduable según el día. Nunca molesta porque yo no le dejo; compañera de noches pero no de amaneceres, viene y se va cuando a mí me place. Cosa de lámparas modernas y su fidelidad a la carta. Amor libre. Hoy está apagada.
Las seis. Leonardo renovado. Renacimiento en un lienzo del siglo XXI. Un niño pinta La Gioconda encima del sofá. Creo que quiere innovar sobre la belleza antigua, evolucionar y no romper. IKEA para eso es un maestro, te hace carpintero, ebanista y pintor con un manual de dos hojas. Pasos hacia adelante en esta globalización de oficios. La profesión del futuro es el hombre orquesta.
Las siete. Hora complicada: he decidido arriesgar y me sirvo unos vinitos antes de la cena. Mis siete emiten una luz tierna, tranquila y agradable; de las que acompaña y complementa pero no quiere excesivo protagonismo. Un teléfono azul y un router pretenden ponerla nerviosa pero ella no se deja. Tiene una forma extraña. Una pizca de riesgo rebajado por el stock de una tienda que languidece. La cierran. Mañana serán seis millones más uno.
Las nueve. Espacio. Aire. Fuego a las puertas del salón pero no a las de la casa. Las del salón las he quitado porque me impedían conocer desde el sofá quién entraba y quién salía. Ocupaban un espacio absurdo. Ahora veo la de la calle si quiero. Las puertas (las de la calle) son algo necesario; para cerrar y para abrir. Yo ahora las he cerrado pero quién lo desee puede tocar el timbre y será convenientemente recibido. O no. Single sin prisas. Tiro de anglicismos en una sociedad común. Shakespeare gana a Cervantes; Alemania a España también, que se lo pregunten a Mou y Tito.
Las once. La hora de cenar. El cristal parece ocupar menos espacio. Ahora que las ollas hacen eco (eco, eco, eco) es conveniente que lo poco parezca mucho. Encima unas velas rojas, de cumpleaños y no de funeral. Unas pequeñas y otras grandes, familia unida y numerosa. Ahora cuatro es mucho. Tres también. Dos también. Sillas blancas pero no virginales, cremita rebajada. Hoy ceno un bocadillo de anchoas y agua cristalina.
Las doce. Samsung. Japón China o Corea en Zaragoza. Ventana al mundo de 40 pulgadas y decenas de mundos alrededor de Aragón TV. Barramos para casa porque lo nuestro debe ser lo mejor. Chovinismo sano. Debemos aprender a querernos más. Con mi mando viajo sin billetes, en plan polizón. Ahora veo cocineros con ganas de ser cocineros. Platos sin complejos, con personalidad y ego, como mi salón.