jueves, 8 de diciembre de 2011

Torrero 1941

Las campanas de San Antonio anuncian las siete en punto de la mañana. He consumido mi última noche en esta maldita celda de Torrero. Mi piel mana miedo en forma de sudor, el mismo de los otros veinte compañeros que han compartido conmigo decenas de miles de penurias en poco más ocho metros cuadrados.

Me acompañan dos soldados franquistas, uno a cada lado. Enfilo la Avenida de América con el mentón arriba, todo lo contrario que el viejo Fermín; el hombre camina cabizbajo a las canteras de yeso donde se arrastra de sol a sol. A mi paso una camisa azul con sangre negra levanta el brazo mientras prepara los Heraldos del 20 de agosto de 1946.

Recorro un par de kilómetros a pie entre miles de pinos recién plantados. A mi espalda una tapia de ladrillos agujerada por el odio.

- ¡Disparad a mi cabeza!- Ruego desesperado.

Estos ocho niñatos son capaces de tirar a la pierna y hacerme sufrir como un perro con la única intención de que mi muerte no atormente sus conciencias.

- ¡Carguen armas! ¡Disparen armas! ¡Fuego!- Balbucea el oficial bajo su enorme bigote

El mando me remata en el suelo No tengo nombre pero formo parte de la historia, historia de verdad. Soy el fusilado 3.543 en la tapia de Torrero, el último.

martes, 25 de octubre de 2011

Cosas perdidas una noche de finales de octubre


Son poco más de las once y media, la televisión escupe estupideces y la radio preocupaciones. Hablaba Antonio Gala de su pánico al folio en blanco; qué razón tenía, sólo he escrito dos líneas y parecen dos eternidades.

Esta noche mis dedos no teclean historias, quizá porque mi cabeza está descansando después de tanto ajetreo entre curas, malos tratos y demás tristezas paridas en las últimas semanas.

Doy vueltas en los rincones de la tremenda canción de los Más Birras Tren de medianoche. Una pluma comprada en el Barrio de Casablanca la escribió en 1987 y hace sólo un tiempo llegaba a mis oídos. La velocidad de las historias impactantes es mucho más lenta que cualquier tontería salida de la boca de algún mediocre, porque antes ha salido de la cabeza de otra persona. Eso sí, cuando llegan frases como la de los Más Birras las consecuencias son impredecibles.

“Viejo blues del amor perdido
ecos del aliento de su voz.
Me dicen: "ella está muerta"
pero aunque ella esté muerta esperaré”.

Una historia cargada del sentimiento más puro y de un dolor desgarrador. De algo maravilloso ocurrido algún día que jamás volverá porque ella, su amor, murió en alguna esquina mugrienta del olvido. Y desesperadamente esperaré.

No entiendo a las personas que no les gusta escribir, de verdad, dicen que escriben mal y que no se les ocurre nada. Mienten ¡Sois unos cobardes! Porque no existen historias ni frases buenas o malas; las frases gustan o no gustan; eso de mejor o peor es una estupidez. Hay libros que a Carlos Puértolas le parecen bazofia pero a otras personas les marcan para toda la vida. Gabriel García Márquez necesito, al menos, cien años de soledad para tragarme ese tostón.

Me dicen que sólo escribo dramas, amores y párrafos demasiado sentimentales; explicaré el porqué una vez más. Escucha Isa, la tristeza, aunque suene a chorrada, nace de manera más sencilla y brillante que las historias felices. Invito a que cualquiera se coloque delante de un documento word en blanco impoluto y pruebe; y se acordará de Antonio Gala.

La felicidad es demasiado complicada para que este teclado prestado (gracias pseudo cuñada) la refleje con un puñado palabras coherentes. Prometo que lo he intentado; prometo que todo lo salido no vale la pena y prometo que seguiré en busca de esa bonita historia con final feliz. Qué aburrido.

No entiendo a las personas que no les gusta la música. Mi paisano Bunbury prefiere bailar charleston donde conviene estar parado pero días antes nada podía ir peor y esperó que soplara el viento a favor. Este juego de palabras estúpido refleja que la música saborea todas las sensaciones que una persona puede llegar a percibir. La música, como la vida, es una tremenda montaña rusa de experiencias y cada uno debe escuchar (que no oír) todo lo que pueda. Lo que pueda porque en ocasiones uno escupiría cualquier nota de charleston y meses después ese charleston tapa cualquier viento en contra. Vaya estupidez.

Una persona inteligente de verdad me escribió una noche un sms: “El viento va a favor” (gracias profe de todo) y desde entonces la veleta ha dado mil vueltas. Para cada uno de esos 360 grados siempre ha existido una letra de un genio que se me había adelantado.

Por una vez, no busco un final coherente para esta historia. Como en la vida, la coherencia no tiene sitio en poco más de folio y medio. Nunca hay final es verdad es verdad; lo dice Santi Balmes después de darse Un paseo por el parque. Los finales son complicadísimos. Al comenzar a escribir, cuando el word está inmaculado debes saber dónde estás y adónde quieres llegar. Después, como en la vida, esa historia caminará por lugares que jamás tu mente ha imaginado. Decenas de historias están en la carpeta de mi ordenador abandonadas por no saber, desde el principio, la dirección hacia donde pretendía dirigir mis palabras.

Hay mucho tonto y mucha tonta por ahí y mucho mentiroso. Pero a esos lo mejor es ignorarles.

Y acabo diciendo que si pudiera congelar el tiempo y volverme cenizas y deshacerme cuando sople el viento que nadie sabe donde habita. Gracias Eva te estoy escuchando y gracias a ti he comprendido que hoy no es el principio del final. Creo que todavía nos queda mucho por delante.

P.D. Antonio Gala, esos miedos que tienes no son para tanto.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Mentiras populares

La mermelada, el perro y Ricky Martín. Un avión, una teta explotada y Ana Obregón; y menudo pareado sin haberlo preparado. Un rey llamado Juan Carlos motero en sus ratos libres. El cuerpo congelado de Walt Disney a la espera de curación. Mohammed Atta piloto de un avión desintegrado. 11-S, todo el 11-S. Baileys mezclado con tónica: peligro de muerte. L.B. APARECIDO EN LOS PAPELES DE GÜRTEL NO ES LUIS BÁRCENA SINO QUE PUEDE SER MI PRIMO EL DEL QUINTO. El mundo que se acaba (Ay Nostradamus la SGAE te tiene en busca y captura). Un restaurante chino y un gato sabroso. Cocodrilos en las alcantarillas de Nueva York. ¿Qué es el riesgo? Y con un examen en blanco aprobó. Al tío Juan le crecieron las uñas después de haberse marchado al otro barrio. DOMINIQUE STRAUSS-KAHN. LOS JUECES LE ABSUELVEN TRAS ESCUCHAR UNA CONVERSACIÓN GRABADA DE FORMA ABSOLUTAMENTE ILEGAL Y EN LA QUE NO SE DECÍA ABSOLUTAMENTE NADA. La coca cola y su efecto inflamable en los estómagos. “Hijo mío no te metas al agua que se te va a cortar la digestión”. LOS BROTES VERDES DE ZP: "ESPAÑOLES NO ESTAMOS EN CRISIS". Pep Guardiola es gay. Alejandro Sanz, Miguel Bosé y unos cuantos puntos de sutura. Un gato meón, una lata de coca cola y la combinación de uno y otro te llevan al otro barrio. Cambiar cromos es ilegal. MARIANO QUIERE PROPONER Y NO CRITICAR PORQUE QUIERE ACABAR CON LA CRISIS Y NO ENTRAR EN EL GOBIERNO. Si lees con poca luz te quedas ciego. Las estadísticas dicen que sólo han muerto dos chinos en España. Eva se comió una manzana. Si te rapas la cabeza tu futuro pelo es más y más fuerte. EL UNIVERSO POLÍTICO Y JUDICIAL. TODO.

Mentiras populares de la misma calaña.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Qué noche la del aquel día: fin

Las siete

Son las siete y está amaneciendo. Por las persiana de nuestra habitación entran los primeros rayos de luz. Lucía se despertará para acudir al colegio, volveremos a disimular, ella se dará cuenta y también disimulará y seguiremos viviendo en una función de teatro en la que los tres somos los únicos actores. Tú hace un rato que no dices nada. Estarás pensando en cómo solucionar nuestro problema, lo sé.

Cada vez estoy más convencida que te debo dar otra oportunidad, porque tus golpes ya no son morados sino amarillos pasajeros que, en unas horas, habrán desaparecido. Sé que estás pensando en lo nuestro; en silencio, como se debe reflexionar. En el fondo seguimos teniendo mucho en común, a los dos nos gusta pensar, nos arrepentimos y sabemos pedir perdón. Voy a encender la radio, una cancioncita lenta, esas que bailábamos abrazados cuando todavía respirábamos como dos adolescentes. Seguro te darás cuenta de que mi silencio se rompe y espero un beso de los tuyos y que esto sea sólo un mal sueño, una pesadilla de la que ya me he despertado.

“Aún me acuerdo de ti aunque quiera no puedo negarlo...” Mi canción favorita de La Habitación Roja retumba en mi corazón. Subo el volumen y tú respiras más fuerte. No hace falta que lo hagas, tonto, porque sé que me esperas arrepentido. La tremenda ola de confusión ha pasado y vuelves a ser el de antes.

Mañana buscaremos un psicólogo y pondremos fin a estas tonterías, a estas peleas de enamorados sólo encaminan a reconciliaciones.

Las ocho y media

Son las ocho y media. No hemos dormido pero este silencio de siete horas ha servido para que nuestro amor vuelva a donde nunca debería haber salido; lo de ayer no pasa de anécdota entre dos personas que se quieren. Lucía preguntará mil veces por mis heridas porque está en esa edad que lo quiere saber todo; yo me habré caído, otra vez, por las escaleras “Maldito reúma”.

Ha llegado el momento de salir de este rincón y darte un abrazo; perdonarnos mutuamente y mirar hacia delante porque todos, y más tú, te mereces otra oportunidad. He sido una egoísta, lo sé. Además tú debes ir al taller a trabajar para sacarnos adelante. Siempre he admirado cómo te levantas cada mañana para darnos de comer. Te mereces un respiro en el bar hablando de tus cosas con tus amigos, esas que yo no alcanzo a solucionar.

Alguien toca a mi puerta; como casi siempre llegas en el momento que debes, cuando todo ha amainado y el primer sofocón se ha disuelto; mis prontos son inaguantables.

La puerta se abre y yo te espero con mi mejor sonrisa. Pero no eres tú.

- ¿Qué pasa Luci?

- Mamá, desde las cuatro papi no ha parado de roncar y yo no he podido dormir.

- ¿Qué?

- Que papá no ha parado de roncar. ¿Mami por qué lloras? ¿Mami por qué lloras? ¡Mami no llores!

- Luci, cariño, marca el teléfono de la yaya, que yo no puedo abrir los ojos.

jueves, 25 de agosto de 2011

Qué noche la del aquel día: las cuatro

Las cuatro

Las cuatro y como todas las cuatro de todas las noches después de pisotear mi dignidad has comenzado a rogar perdón.

- No sé qué me ha pasado, perdóname, no me volverá a ocurrir. Ya sabes que pierdo la cabeza pero yo te quiero, a ti y a la niña os adoro y no dejaría que nadie os hiciese nada.

Yo en esos momentos sólo sé temblar más y más fuerte. El teléfono continúa agarrotado sobre la mesilla, pero yo estoy un poco más lejos.

- Por favor perdóname. Ya sabes que estoy pasando un mal momento, mi vida es muy complicada fuera de aquí. Yo peleo cada día por traer un sueldo a casa con el que comáis. Sabes que te quiero. Te juro que acudiré a un psicólogo que nos ayude a ti y a mi a superar esto, porque esto es cosa de los dos.

Yo no contesto. Creo que tienes una pizca de razón. Quizá yo no te he apoyado lo suficiente en los momentos complicados, pero eso tampoco justifica la nube de bofetadas que ha encapotado mi cuerpo. La niña te necesita, necesita a su padre y tú la necesitas a ella para salir de esa vorágine confusa en la que te mueves; me necesitas a tu lado.

No. No. No. No. Y no. No te quiero perdonar. Aprieto mis puños con toda mi alma para impedir que mi corazón se resquebraje.

- No podrás, hijo de puta, no podrás-. Grita mi voz pero no mi alma.

- Por la niña, piensa en la niña.

No me hables de la cría. Te lo ruego, no hables de la niña porque ella no se merece esta senda en la que se arrastra desde que nació. Lucía acumula todas las gotas de buenos momentos que hemos vivido. Asumo que si tú continúas con nosotras ella va a ser más feliz.

- Ha sido el error más grave de mi vida porque os quiero a las dos. ¡Os quiero ostia!

Tus súplicas y la niña están cicatrizando mis heridas porque no te había escuchado decir eso jamás. O sí.

jueves, 4 de agosto de 2011

Qué noche la del aquel día: las dos y media


Son las 2 y media. Lucía ya se esconde bajo el edredón de su cama aunque sé que para que concilie el sueño deberán pasar un puñado de minutos más. Mis labios han dejado de sangrar y dos costras sirven como estanque.

La oveja en la que se ha convertido la bestia está apoyado al otro lado de la puerta pero he colocado el tocador delante para que no pueda abrirla ni un solo centímetro. Se han caído todas las fotos y todas los adornos de falsa plata que un día nos regalaron para que barnizásemos esta oscuridad con un poco de falsa felicidad. Me da igual. Tan solo recojo la foto de Lucía que la aprieto contra mi pecho con todas mis fuerzas, sólo por ella debería estar agradecida de ti toda mi vida. Me duelen más sus gritos que tus golpes. Está desesperada porque necesitaba ver a su madre dar un paso hacia delante.. Ella fue fruto de un amor que se marchitó con el paso de los días, quizá de los meses, pero no de los años, porque nuestro primer aniversario resultó el peor día de toda mi vida.

Aquel día llegaste tarde. Yo había preparado una cena de ensueño con velas, la vajilla de mi madre y el mejor salmón de todo el mercado. Había comprado jamón del bueno y ese vino que tanto te gustaba. En el postre venía lo mejor porque nuestros cuerpos iban a dar su primer fruto en sólo nueve meses y quería celebrarlo haciéndote le amor; pero ni siquiera pude servir el aperitivo. Aquel día escribió la primera cita de una eterna lista de días desesperantes. Abriste la puerta, yo me había comprado un vestido nuevo, pero no me miraste. Fue la primera vez que no olías al perfume que acompañaba tu cuello cuando eras adolescente. No entendí nada, no vocalizabas nada coherente y te recriminé que vinieras así.

- Por favor Martín siéntate y descansa, ¿Qué ha pasado?

- ¡Cállate puta! Maldita, zorra buscona y habladora.

- Pero ¿por qué me dices eso?- Te dije con mis ojos a punto de estallar. Y entonces tu mano me dio la primera bofetada de toda mi vida. La primera de mil.

Luego averigüé y, no porque tú me lo contaras, que se rumoreaba algo sobre una aventura entre tu amigo Dani y yo. Pero en lugar de preguntármelo a mí decidiste creer a cuatro correveidiles y alcahuetes de ese bar del infierno debajo de esta casa. Jamás he vuelto a abrir su cortinilla, tú sin embargo sabes quién se ha limpiado con cada una de las servilletas grasientas que se arrastran por el suelo desde la hora del desayuno. Te juré por la niña que aquello fue anterior a conocerte. Y juro por mi hija que ojalá en estos momentos estuviera al lado de Daniel. (CONTINUARÁ...)

lunes, 1 de agosto de 2011

Qué noche la del aquel día


1:00

Las agujas de mi reloj marcan la una. Tan solo un tenue hilo de luz susurra por los pequeños huecos de la ventana, aunque yo estoy acurrucada con las manos en mi rostro en el lado más oscuro. Porque no quiero enfrentarme a la realidad que marcan las bombillas de mi mesilla y el espejo del tocador.

Paso la mano por mis labios y noto que vuelven a estar cuarteados. La sangre brota como esos arroyos que veíamos nacer hace demasiado tiempo en nuestros queridos Pirineos. Y mis ojos azules se destiñen hacia el morado más intenso.

Te oigo llorar como un perro cuando hace solo unos minutos has rasgado mi dignidad con la fuerza de un oso. Ahora sólo nos separa una puerta pero esa madera significan mil mundos entre tú y yo.

Nuestra hija llora bajo el edredón de su cama con los cascos de su mini radio en los oídos; cada noche pretende que la barrera que le ofrece Dani Martín crezca tanto que entre ella y nosotros no exista forma de guardar ni un ápice de cariño. En febrero cumplirá 8 años. La hemos obligado a subir escalones más rápido de lo que marca su edad y comienza a entender que no entiende absolutamente nada. Ni por qué tú conviertes el brazo en un barra del acero más duro; ni porque yo carezco de las agallas suficientes para abandonarte de una puta vez.

No quiero recordar por qué ha comenzado todo. Una vez más, y ya van mil, has llegado borracho de esa mierda de trabajo en el taller más lúgubre de esta barriada del olvido, al fondo de la nada. Te había dejado la cena en el plato porque ya era tarde y yo había picado algo con Lucía mientras veíamos la eterna película de adolescentes que guarda como un tesoro y de la que ya recuerdo de memoria todos sus diálogos. Tú no.

Sin ni siquiera colgar tu abrigo has barritado como un elefante dónde estaba tu cena. Apestabas a ginebra rancia y me has vuelto a insultar un millón de veces. Al parecer, esta noche no te apetecía cenar solo y yo no lo había adivinado. Que pena que no comprase una bola de cristal hace 15 años cuando te conocí en aquella Nochevieja. Y no para saber tus intenciones de hoy sino para que me desvelase que mi vida aquí ardería como el infierno.

Te he contestado que no gritaras, que la niña se acababa de acostar, pero una vez más, te ha dado lo mismo. Has roto el plato con la tortilla y las dos tristes pechugas de pollo han quedado desparramadas por el suelo; pero con eso has tirado algo más que una simple cena. Por enésima vez has acabado con el cariño con el que preparo algo para ti.

Después has empezado conmigo; con mi cara y con mi cuerpo, hasta que tu mano te ha dicho basta por puro agotamiento. Te odio. (CONTINUARÁ...)



jueves, 6 de enero de 2011

Frases cortas

Una mirada. Una sonrisa. Palabras unidas que forman una conversación. Una risa. ¿Me das tu teléfono? Otra sonrisa. Una llamada, con la boca seca. Una petición. Sí. Buff. Una ilusión. Muchos nervios y un corazón que palpita demasiado rápido. Por supuesto, una colonia cara. Dos besos. Otra conversación, sin ruido. Más sonrisas. Manos muy frías. Te acompaño. Un portal. Una cintura. Un beso. De verdad. Más ilusiones. Viernes, sábado, domingo y, sobre todo, lunes. Más llamadas. Planes. Un enamoramiento y un amor. Algunos días, muchas noches y demasiados amaneceres. Una cama pequeña. Viajes, ganas y proyectos. Unos días, que unidos forman unas semanas y unidos unos meses. El reloj que pasa. Y pasa. Unas discusiones. Y mejores reconciliaciones. Más discusiones. Menos reconciliaciones. Algunos malentendidos. Una monotonía. Una conversación y su segunda oportunidad. No funciona. “Tenemos que hablar”. Otra conversación. Algunas lágrimas aunque muy pocas de verdad. Menos sentimientos. “Quedamos como amigos”.

Punto y aparte. Más lágrimas. Malentendidos. No nos hablamos. Sí nos hablamos. No nos hablamos. Y, por supuesto, ahí están amigos y amigas de verdad. Otros desaparecen. Nuevas mentiras y menos verdades. Demasiados recuerdos. Un aún te quiero. Y yo te he olvidado. Otras miradas. Otras personas. Demasiadas preguntas. Pocas respuestas. Más lloros. Un horizonte. Lejano. Más recuerdos. Una maratón. Larga. Larguísima. Otras semanas. Otros meses. Y algún año. 42 kilómetros y 195 metros. Amanece. Un recuerdo. Borrado. Del todo. Fin.