sábado, 1 de diciembre de 2012

Papeles y ordenadores



Aburrimiento es sustantivo de mediocres. Sin duda.
Con los cuatro duros de la baja (y menos que serán) y después de empeñar mis muletas unos momentos he comprado billete de ida para viajar sin destino sentado en una silla tremendamente dura y un PC (aunque las siglas empobrecen el lenguaje, a veces y sólo a veces, atajan caminos con demasiadas curvas). Palabras Low Cost.
 Recuerdo el día en el que decidí escribir Cosas perdidas. El mar se tragaba mis minutos en una tremenda marejada. La necesidad  me llevó a un supermercado en busca de un cayuco con el que sobrevivir. Compré un cuaderno de espiral de cuadritos y en pleno oleaje vomité. Mucho. Taché palabras y arranque hojas; tantas que en sólo unos días aquella tormenta me dejó con un puñado de gotas de tinta y ni una sola página en blanco. Se habían gastado demasiado pronto. Descubrí que papel y bolígrafo eran demasiado simples para aquel 2009 y busqué soluciones. Miré al frente. Parpadeé. Respiré hondo. Mordí mis labios. Y me vendí. Me vendí igual que una puta sube a un buen Mercedes tras haber prometido amor eterno a un mileurista; y mordí la manzana. Appel o parecido. Me di cuenta, como ya dije en la Semana Rigalt, que un ordenador perdona y olvida; jamás se queda con rastros ni rencores. Y nunca se cansa. Secreto entre un cura y su confesor sin la penitencia de releer los restos amontonados en el cuaderno.
Me he divorciado del papel y no le he guardado luto. Word me pone. Con ella escribo todo y, después, sólo muestro lo que quiero; el resto lo escondo en carpetas con clave. Unos rincones cuyas llaves en forma de letras las arrojé a una ola en aquella alborada del pasado. No busco que el papel me perdone ni que me odie. Simplemente le ignoro. Quizá la indiferencia es el peor de los desprecios.
            Perdono pero no olvido, dicen algunos. Mienten porque quien de verdad perdona olvida; y quien no perdona no olvida. Esos algunos son cobardes y los otros gente sincera. El cuadernillo no tan adolescente ni me ha perdonado ni me ha olvidado.
Yo a mi cadera ni la perdono ni la olvido por hija de puta. Por retenerme un fin de semana que debería haber arreglado el mundo en La Placita, en el Europeo o en el Kapplan. Caña pequeña, Ramón Bilbao, carajillo de Bayleys, orujito, gin-tonic, gin-tonics.
Me estoy quedando sin batería quizá PC se haya subido al Mercedes de otro. Tengo miedo.
Aburrimiento sé que mañana me volverás a retar con los mismos cuentos de hoy. Aquí te espero. He ahorrado para comprar otro billete. Soy un tipo con recursos.

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