viernes, 20 de marzo de 2020

La necesidad


           
Necesito Sálvame, el de verdad. Ese en el que todos se pegan con todos durante cuatro horas, en el que se muerden y se devoran, practican canibalismo televisivo y, luego, cuando la sangre se desliza por la comisura del labio y gotea sobre el guión, la voz pacificadora del presentador resurge para que las heridas cicatricen de forma casi mágica.  
Necesito una buena ración. Que hablen de Paquirrín, de Rociíto, de La isla de los famosos y de la Pantoja. De cualquiera. Que lo mezclen todo. Y si no existen tramas, que las inventen. La verdad y la mentira es una palabrita menor estos días de realidades salvajes. Lo sabré perdonar, lo prometo. Y lo haré por pura necesidad. Necesitamos almorzar fiemo sabroso que, al menos durante un rato, disperse el hedor vírico. Porque ya sé que no puedo salir de casa. Sé que la responsabilidad es mía. Sé que esto es una maldita guerra que se va a llevar por delante las vidas de miles. Lo sé. Y lo siento en el alma. Pero necesito que mi mente simple descanse.
          Sobra casi todo. Y falta casi de todo. Cada día es una batalla de las personas con sus miedos y los de sus contactos en redes sociales. Los de la televisión y la radio. Y los del guasap. Ahí caen bombas cada segundo, reales e inventadas, y resulta demasiado complejo discernir lo malo de lo peor. Para eso necesitamos un lorito que durante un rato, sencillamente, píe.
Contaban que en la Guerra Civil, en las retaguardias, los soldados gastaban todo el dinero ganado en el frente durante sus permisos de veinticuatro horas. Lo fundían en alcohol y en sexo. En distracciones y en vicio. Lo hacían porque no sabían si existiría mañana y, también, para olvidar lo que ocurrió ayer.
        La sobre información es peligrosa, raciónenla. Lean. Escuchen música. Dialoguen. Escriban. Caminen. Aplaudan a las ocho. Y estudien. Yo me he bajado los apuntes de psicología y he pagado la prematrícula. Quizá, cuando esto acabe, que acabará, será la profesión más demandada.

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