lunes, 16 de marzo de 2020

Los bichos


         Lo peor de todo es la incertidumbre. No saber si el bicho está aquí dentro o todavía no. O si se ha marchado. O si volverá. O cuándo acabará todo. Lo escribo después de siete días aislado en casa (y los que quedan), tres de ellos con fiebre y algo de tos. Ahora estoy bien. Sí, estoy bien, coño. Toso un poco, pero estoy perfectamente. El problema radica en no saber qué pasará mañana, porque cada minuto el decorado cambia tanto, que los nuevos colores resultan irreconocibles para los ojitos de un ignorante como yo (y como tú). Jamás hemos vivido nadie una historia así (ni Fernando Simón, ni el ministro Illa, ni quienes todo lo saben, ni los que saben nada, ni la perra miserable Ponsantí). Nadie. Lo único que hacemos es dar pasos sin más certezas que las tristezas ocurridas ayer. Y ayer muchos, nos equivocamos.
No lo creímos. Nos informaron mal y, aunque nos hubieran informado bien, de nada hubiera servido. La ola venía y nosotros comíamos, bebíamos y reíamos, de tardeo y de nocheo. La ola venía y todos seguíamos sentados. La ola venía y dormíamos a pierna suelta. Un loco gritó y le callamos por impertinente. La ola vino y nos hemos ahogado. El maldito bicho cruzó los Urales, los Alpes y el túnel de Canfranc, ha pinchado el flotador e infectado hasta nuestras sombras. Las de todos.
La gente sana, por muy oscura que sea, resistirá. Los mediopensionistas, también. Pero los más mayores y débiles no. Muchos caerán. Lo siento por los viejos, en el alma. Porque marcharán solitos en una habitación de hospital sin más despedida que un sanitario envuelto en un frío plástico blanco. Hablamos con una frivolidad de la edad que asusta: “Un abuelo menos”. Claro, hijo de puta, porque no es el tuyo. Porque no eres tú. Porque tu mente enferma empieza y acaba con tu culo limpio gracias al papel que has acumulado a escondidas. Y de eso quizá tenemos mucha culpa los medios que damos cifras de muertos como resultados futboleros y siempre con apellido: patologías previas. Me cago yo en las patologías previas. Que un pobre anciano con asma podría vivir diez años más si no fuese por la invasión de este puto bicho.
En casa estoy parapetado por si viene o ha venido, que no lo sé. Y aquí estaré. Tengo internet, tengo comida y tengo papel y tengo a Amaia. Los abuelos fueron a la guerra obligados sin nada de eso. Y volvieron. Volveremos.     

4 comentarios:

  1. ENHORABUENA carlos. Genial tanto en la forma como contenido. Nos identificamos😞😉😝😳😍

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  2. Muy bueno!! Refleja perfectamente el sentir de mucha gente

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  3. Grande, Carlos, mucho ánimo y un abrazo virtual muy fuerte !!; volveremos y volveremos !!

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  4. Volverán los buenos tiempos.. Nos faltará gente, pero esperemos aprender la moraleja. Un fuerte abrazo

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